Historia del Tabaco

La planta del tabaco es una solanácea original de tierras americanas y fue conocida por el ser humano hace unos dieciocho mil años. Los expertos en genética vegetal han determinado que el lugar donde se cultivó por primera vez se sitúa en la zona andina entre Perú y Ecuador y se calcula que los primeros cultivos tuvieron lugar entre tres y cinco mil años a.C. El consumo del tabaco se extendió hacia el norte y fue introducido en Europa por los llamados conquistadores del Nuevo Mundo hace cinco siglos. Cristóbal Colón recibió, sin entender el motivo, las toscas hojas de tabaco en señal de amistad por parte de los nativos y pronto los españoles comenzaron a inhalar el humo de tabaco, ansiosos de experimentar las cualidades estimulantes y analgésicas del tabaco. En el mundo occidental su uso ha sido básicamente como estimulante, tanto fumado y en forma de rapé como mascado y su uso se extendió rápidamente por factores de moda convirtiéndose en un producto de distinción social que ofrecía grandes beneficios económicos. El hecho de que el edificio más grande del planeta en el siglo XVIII fuera la fábrica de tabaco de Sevilla, nos da una idea de la magnitud de un negocio que se convirtió rápidamente en asunto de Estado y que ofreció enormes beneficios a la Corona. Pero el gran cambio sobrevino cuando en 1880 James Bonsack patentó una máquina que fabricaba 100.000 cigarrillos en un día y la población empezó a consumir a ritmo de máquina.

Sin embargo, desde muchos siglos antes de que se oyera hablar de conquistas y descubrimientos, era considerada una planta sagrada por los pueblos indígenas tanto de América del Norte como del Sur, y se consumía tanto de forma lúdica por sus efectos estimulantes, como en un contexto medicinal, ritual y sagrado. Se le consideraba un regalo de los dioses.




Pocas plantas son tan importantes para el curanderismo sudamericano y las medicinas tradicionales de la Amazonía como lo es el tabaco. Hace muchos siglos que los indígenas sudamericanos descubrieron todas las formas de utilizarlo: fumado, bebido, como rapé, mascado, como pasta para ser chupado, aplicado en las encías o como enema. Hasta hoy día acompaña y está presente en todo tipo de rituales y ceremonias.

Según las medicinas tradicionales del Amazonas, el tabaco da “fuerza”, “protección” y “claridad mental”. Es utilizado hasta hoy día en forma líquida como potente emético utilizado con frecuencia para fortalecer y depurar el cuerpo físico, principalmente la zona pectoral y sinus, y psíquico, además de estimulador onírico. Se ha utilizado desde la antigüedad hasta hoy día con esta finalidad y es una práctica adoptada por algunos de los centros pioneros en los usos de la medicina tradicional amazónica para el tratamiento de diversas toxicomanías. También es una de las principales plantas que se suelen utilizar como purga previa a las tomas de Ayahuasca en la medicina tradicional amazónica con la intención de depurar y preparar el cuerpo (Giove, 2002).

Es importante mencionar que a diferencia de lo que ocurre en nuestra cultura occidental donde el vómito tiene asociada una connotación negativa, medicinas tradicionales dispares como la Amazónica y la Ayurvedica (Panchakarma) por ejemplo, coinciden en que es sumamente importante realizar purgas con regularidad a fin desintoxicar no solo a nivel físico sino también a nivel psíquico y emocional, descargando y eliminando del cuerpo tanto impurezas y toxinas como emociones negativas. Si observamos la Naturaleza algunos animales conocen instintivamente algunas plantas silvestres que consumen para purgarse cuando su cuerpo lo necesita. Aparte de la depuración física, las purgas ayudan a devolver, soltar y expulsar contenidos negativos que hemos ido “tragando” en la vida.

Antecedentes del uso médico de la planta del tabaco en Occidente

Algunas noticias sobre las propiedades medicinales de la planta del tabaco habían despertado la curiosidad de los europeos y en 1550 las primeras semillas llegaron a España y Portugal e inició su vida en los jardines de los palacios, cuidada y estudiada por los médicos de la corte, llegando incluso a los jardines del Vaticano. Jean Nicot,  médico de la corte del rey Enrique II de Francia, logró la cura de unas migrañas a la reina Catalina de Médicis, e investigó y trató con éxito algunos tumores con un ungüento a base de hojas de tabaco. En 1565 el médico sevillano Nicolás Monardes publicó un folleto llamado Historia Medicinal de las cosas que se traen de Nueva España en el que se indicaban las cualidades curativas del tabaco y que fue traducido al latín, al inglés, al francés y al italiano. Describía los efectos beneficiosos de renovación y limpieza que tenía sobre el cerebro humano, para el tratamiento de “males de pecho”, podredumbre en la boca, malestar de cualquier órgano interno, mal aliento, lombrices, piedras en el riñón, dolor de muelas, mordeduras y heridas de flecha envenenada, picaduras de insectos, cicatrizante y analgésico.

El descubrimiento en 1828 del principio activo del tabaco, el alcaloide de la nicotina, provocó una nueva serie de investigaciones y las revistas científicas publicaron los resultados de diversos experimentos realizados con nicotina, que resultó ser un remedio eficaz para tratar desarreglos del sistema nervioso, hemorroides (vía enema de tabaco), malaria, tétanos y antídoto contra la estricnina y otros venenos, como el de serpiente, si se administraban las dosis correctas y por la vía adecuada, pues no hay que olvidar que la nicotina es un veneno que puede provocar incluso la muerte en casos de sobredosis. En este sentido, la ciencia del siglo XIX encontró coincidencias con el uso medicinal que le daban a la planta de tabaco los indígenas americanos.

Recientemente, en el 2006, el científico chino Zao Bauru, miembro de la Academia China de Ciencias, ha difundido en varias publicaciones especializadas, entre ellas el “British Journal of Pharmacology”,  los resultados de 20 años de estudios acerca de las posibilidades del uso de la nicotina con fines terapéuticos para prevenir problemas neurológicos como la enfermedades de Alzheimer y Parkinson (Sedet, 2006 - Leary, 1997), aparte de su potencial paliativo en casos de esquizofrenia (Ott, 1998), tratamiento de algunos desordenes de pérdida de atención, eficaz quimioterapia para la colitis ulcerosa y valor terapéutico en casos del síndrome de Tourette (Leary, 1997).

Los esfuerzos en contra del tabaquismo han frenado la investigación de los posibles beneficios de la nicotina, y aunque el hecho de que fumar cigarrillos tenga efectos desastrosos sobre la salud, en ningún modo disminuye el valor que puede ofrecer la nicotina, administrada adecuadamente, en el tratamiento de diversas dolencias o enfermedades.

El mito de la nicotina.

La afirmación de que es la nicotina el principal agente en la adicción al cigarrillo y la causa principal, por no decir la única, de que el “adicto” no pueda dejar de fumar, es ampliamente aceptada.  

La especie botánica Nicotiana rustica, utilizada por los curanderos en América del Sur contiene hasta 18% de nicotina, mientras que el porcentaje de nicotina contenido en las hojas de tabaco de la Nicotiana tabacum utilizada para los cigarrillos industriales varia del 0,5% a 1% en Europa, y alcanza el 2% en EEUU (Narby, 1997). Los curanderos sudamericanos ingieren enormes cantidades de tabaco, principalmente dentro de un contexto medicinal y ritual, y no manifiestan el consumo compulsivo que podemos apreciar en el típico fumador de cigarrillos industriales, por lo que parece evidente que la adicción al tabaco no es proporcional al porcentaje de nicotina.




Según podemos deducir de un trabajo publicado en el New England Journal of Medicine en el año 1994, parece ser que no es la nicotina la responsable, o por lo menos la única responsable, de la adicción al cigarrillo. En dicho trabajo se estudió el efecto de la nicotina sobre el movimiento de intestinos de 80 enfermos de colitis ulcerosa. A dichos enfermos se les administró durante tres meses la cantidad equivalente a la mitad de la dosis de un fumador empedernido. A pesar de que la mitad de los pacientes eran exfumadores, ninguno de ellos volvió a fumar ni se siguió administrando nicotina después del tratamiento (Masgrau, 2004).

Por otro lado parece claro que no es la nicotina la que causa el cáncer, puesto que ella actúa principalmente en el cerebro, y que el hábito de fumar cigarrillos no provoca cáncer en el cerebro, sino en los pulmones, laringe, esófago, estómago, páncreas, recto, riñones y vejiga, es decir allá donde penetran los alquitranes que son también tragados al asimilarla por combustión.

Estos datos nos plantean nuevamente una seria y profunda reflexión acerca la supuesta nocividad e incluso culpabilidad que atribuimos con demasiada frecuencia a ciertas plantas y sustancias, provocada por una actitud simplista y muchas veces interesadamente hipócrita, que convierte al individuo en víctima manipulable y lo exime de asumir sus propias responsabilidades en su relación con ciertas sustancias y su consumo.

Cigarrillo industrial: químicos, aditivos y adictivos.

Según la Ordenanza sobre los Productos Alimenticios editada por la Cancillería Federal Suiza en 1991, y que nos da una idea del resto de normativas y regulaciones sobre el contenido de los cigarrillos industriales a nivel mundial, es permitido agregar al tabaco de fumar o de mascar, una serie de sustancias cuyo contenido total, relacionado con la sustancia seca del producto terminado, “no sobrepasará el 25% para los cigarrillos, cigarros y artículos similares de fumar (Narby, 1997).. Estos agregados están formados en teoría por agentes humectantes, conservantes, aglomerantes, aromatizantes, blanqueadores de cenizas, permitiendo incluso novedades como añadir tenues filamentos de fósforo al papel para que acelerar la combustión (Escohotado, 2006). La multinacional hispano francesa Altadis, fabricante de varias marcas de cigarrillos (Fortuna, Ducados, Nobel, etc), ha comunicado recientemente a Sanidad la lista de 298 aditivos incluidos con el tabaco. El objetivo de varios de los compuestos, algunos de ellos tóxicos, es aumentar la adicción (Mendez, 2007).

En la combustión del cigarrillo industrial existen mas de 4000 componentes. Los más importantes, además de la nicotina son el alquitrán, que se libera por la combustión del papel principalmente y es el responsable de la mayor parte de cánceres provocados por consumo de cigarrillos, y el monóxido de carbono, principal responsable de los infartos de miocardio, arteriosclerosis y enfermedades respiratorias crónicas relacionadas con el tabaquismo.



Desgraciadamente y basándose en el “mito de la nicotina”, la industria tabaquera y los fumadores se han fijado en los llamados cigarrillos “bajos en nicotina” como alternativas posológicas presentadas por la industria y la Administración como presuntamente más seguras, lo cual es contraproducente, ya que el fumador lo compensa fumando mas cigarrillos o tomando más y más profundas caladas por unidad. Desde la perspectiva del negocio los intereses son obvios, pero desde la perspectiva de la salud, quizás tendría más sentido proporcionar cigarrillos “altos en nicotina”, que los fumadores no podrían consumir vorazmente (Ott, 1998).    

Sin embargo, tenemos además un factor importantísimo que pasa totalmente desapercibido: la radiación del humo del cigarrillo, detectada según varios estudios desde la década de los 60. Hay diversos estudios que coinciden en la presencia de partículas del isotopo radioactivo Polonio – 210 en el humo de los cigarrillos, cuya presencia se deriva de la utilización de fertilizantes fosfatados en las plantaciones de tabaco. El historiador de la Universidad de Standord (EEUU) Robert Proctor, perito en algunos pleitos contra tabaqueras, publicó recientemente en New York Times que quienes fuman un paquete y medio de cigarrillos reciben una dosis de radioactividad al año similar a la que hubieran recibido de haberse hecho aproximadamente 300 radiografías de torax, casi una diaria.  Curiosamente, la cuestión de la radioactividad del humo de cigarrillos parece silenciada y pocas veces es mencionada en la mayoría de los artículos sobre la toxicidad de este producto.

Resulta sorprendente, por decirlo de algún modo, observar el papel que juega el Estado en este asunto a pesar de la cruzada contra el tabaco y marginación de los fumadores que se ha desatado en los últimos años. En el Estado español, por ejemplo, los impuestos sobre el tabaco representan un 71,8 % del precio de cada paquete de cigarrillos, lo que le supone una recaudación de aproximadamente 5000 millones de euros anuales. Estas cifras superan con creces los costes de atención sanitaria por enfermedades relacionadas con el tabaquismo, y a este siniestro balance hay que añadir además el ahorro en pensiones por muerte prematura de muchos fumadores. Todo esto sin tener en cuenta que muchos estados cuentan con producción y tabacalera propia, con lo que al balance habría que añadir además los beneficios que genera la agroindustria relacionada (Masgrau, 2004).

Además de los trastornos físicos que puede ocasionar el consumo de cigarrillos industriales, algunos estudios observan un bloqueo a nivel energético a nivel del cuarto chakra, que corresponde con el de la respiración y corazón, que es a su vez a nivel psicológico el de la capacidad de intercambio con lo externo... El fumador se rodea de una especie de velo protector que esconde sus angustias profundas, las cosas que no quiere ver y su necesidad de afecto (Giove, 2002). 

Se insiste mucho en los estragos físicos que provoca el tabaquismo, pero no se tiene tanto en cuenta la incidencia sobre la autoestima que provoca en la persona la impotencia e incapacidad para dejarlo. La persona adicta es dependiente, menos autónoma, y por este motivo esencial, tiene menos energía vital para evitar la aparición de enfermedades, entre ellas mutaciones celulares cancerígenas (Forns, 2008).

Tabaco versus cigarrillo: contextos opuestos

Del mismo modo en que todo el mundo coincide en la diferencia existente entre ingerir una misma sustancia como puede ser el vino dentro del contexto de una misa, saborear una copa de buen vino acompañando una comida, de hacerlo en una borrachera de fin de semana; tampoco es lo mismo cuando un curandero enciende un mapacho (cigarrillo de tabaco sin tratar) dentro de un marco ceremonial, disfrutar el placer de fumar en un momento de calma y relajación,  o encender un cigarrillo tras otro de forma compulsiva en un bar, en el trabajo o en un atasco de tráfico.




El consumo de cigarrillos es la primera causa de muerte evitable y anualmente provoca la muerte prematura de 5.000.000 de personas en todo el mundo. El humo del cigarrillo industrial está directamente implicado en diversas enfermedades graves, de las cuales varias son formas de cáncer. Por el contrario, en la Amazonía el tabaco es considerado como un valioso y ancestral remedio para diversas dolencias.

Además, el tabaco amazónico es cultivado sin abonos químicos ni pesticidas y no contiene ninguno de los productos químicos que son añadidos a los cigarrillos industriales.

Según la medicina tradicional del Alto Amazonas, toda planta sagrada, y el Tabaco lo es, debería ingerirse primeramente en sus formas sólida (tierra) y líquida (agua) para incorporar esa dimensión energética al cuerpo, y en una segunda etapa se puede fumar (fuego y aire). Si se empieza fumando, el cuerpo no puede "soportar" o metabolizar la energía masculina solar y aérea y se metaboliza la energía "espiritual" a nivel mental con la consiguiente adicción. En todo proceso (como el nacimiento) se empieza con lo femenino (encarnación-tierra-materia en útero de agua) y luego lo masculino (nacimiento al aire y la luz). O sea hay una gestación previa. Curarse de esa inversión de iniciarse con el humo del tabaco es retomar la energía del tabaco en forma sólida (rapé) y líquida (infusión).